martes, 9 de febrero de 2016

Rentistas del Holocausto

Tras un viaje a Palestina de José Saramago, premio nobel de literatura en 1998 y tristemente fallecido en el año 2010, el periodista Javier Ortiz concertó con el conocido escritor una entrevista. Esta quedó recogida en el libro “¡Palestina Existe!”, publicado el año 2002 por la editorial Foca.


He considerado recuperar algunos fragmentos de la entrevista ya que ponen sobre la mesa una serie de observaciones que deben tenerse en cuenta siempre que se afronta el problema de la ocupación de Palestina por parte de Israel. Algunas de estas opiniones puestas en boca de una persona desconocida podrían parecer exageradas o fuera de lugar, lo cierto, es que José Saramago fue una persona a la que difícilmente se le podía acusar de publicar opiniones infundadas.

Adentrándonos en la entrevista, en una de las primeras preguntas, Saramago describe la situación en la Franja de Gaza y en Ramala del siguiente modo: “...oí la protesta indignada de los que vieron sus casas destruidas, los lamentos de los que lloraban sus muertos, vi largas filas de palestinos a la espera de que les permitieran el paso en los puestos de control para ir a trabajar al “otro lado”, percibí la frialdad con que los soldados israelíes intentaban enmascarar su propio miedo...”.

En aquel momento, el también fenecido Ariel Sharon presentaba un “plan de paz” que para Saramago no preveía otra cosa que “...un remedo de Estado palestino sin capacidad militar y con autoridad sobre un territorio reducido, que incluía zonas de seguridad, vallas, alambradas electrificadas y puestos de control, todo ello destinado a separar físicamente a los árabes de los israelíes. Dibujemos un mapa y veremos que lo que Sharon pretende es convertir el llamado “territorio palestino” en un inmenso campo de concentración.”

Este plan no era visto con buenos ojos por todos los judíos. Saramago decía en aquel momento “...tengo cartas de supervivientes o de familiares de supervivientes que no consiguen entender la política de Ariel Sharon...” a la vez que se hacía eco de los “...reservistas de las fuerzas armadas israelíes que se niegan a servir en los territorios palestinos ocupados...” siendo víctimas de “...cárcel, pérdida de empleo, aislacionismo social, la consideración de traidor...”. En la misma línea recordaba a la “mítica cantante Yaffa Yarkoni, de setenta y siete años (81 en la actualidad), que desde la guerra de 1948 ha acompañado todas las batallas de las tropas israelíes, luego de mirar un noticiero con escenas de Yenín declaró a la radio del ejército: -Cuando vía a los palestinos con las manos atadas a la espalda, hombres jóvenes me dije, es lo mismo que nos hicieron en el Holocausto. Somos un pueblo que atravesó el Holocausto. ¿Cómo somos capaces de hacer esto?”.

Un hecho anecdótico que recordaba Saramago era indicativo de la actitud que en Israel se tiene hacia los palestinos. Mientras visitaban la ciudad vieja de Jerusalén les acompañaba un traductor palestino “...en cierto momento, un judío que pasó junto a nosotros pronunció una palabra hebraica... La expresión del rostro de Elías Sanbar me hizo preguntarle qué era lo que el hombre le había dicho, y Sanbar respondió –Dijo: Cortar el cuello; se dio cuenta que yo era árabe”.

En otro momento de la entrevista Javier Ortiz, el entrevistador, señalaba la gravedad del apartheid que Israel practica contra el pueblo palestino recordando que “entre 1947 y 1949, más del 50 por cien de la población árabe fue echada de Palestina. Unas 700.000 personas... Podría hablarse incluso de limpieza étnica”. Es en este punto cuando Saramago señalaba algo terrible y que siempre debemos tener en cuenta cuando observamos la política de ocupación de Israel sobre palestina: “Si Israel hubiera simplemente “empujado” a los palestinos hacia Cisjordania y la Franja de Gaza, podríamos hablar, indistintamente de segregación o apartheid, pero lo que en realidad pasa es algo diferente y peor: Israel no quiere tener a los palestinos como vecinos; quiere que desaparezcan del paisaje”.

Llegados a este punto es preciso entrar en la cuestión de la equidistancia o neutralidad, que demasiado a menudo se práctica desde Europa cómo una forma falaz, egoísta y cobarde de sensatez. Frente a esta cuestión Saramago señalaba “...esto no es un conflicto entre dos partes equiparables. No se trata del enfrentamiento entre dos Estados, cada uno con su ejército y sus fronteras... Aquí lo que tenemos es un Estado, dotado de un ejército poderosísimo, que se dedica a la conquista de un territorio que pertenece a otro pueblo, la destrucción y la rapiña de sus pertenencias, a la humillación sistemática, a la reclusión en guetos o, alternativamente, a la expulsión de la gente de su tierra. Y por otro lado tenemos la Intifada, piedras, kaláshnikov viejos, suicidas que van a matar...” Ante una situación así, la neutralidad es imposible. Declararse “neutral”, o “equidistante”, ¿a qué equivale en la práctica? A no intervenir, esto es, a permitir que Israel siga avanzando en su política de hechos consumados. Negarse a actuar en contra de Israel es de hecho, apoyar a Israel”.

Y aquí es donde entra el sin pudor con el que Israel hace uso del Holocausto para tapar sus propias miserias, convirtiéndose en un estado rentista de uno de los acontecimientos más sangrientos y vergonzantes por los que ha pasado la humanidad. Mejor dejamos que sea Saramago quien nos lo diga con sus propias palabras: “El Holocausto es, como decía antes, la gran y permanente autojustificación de los israelíes. Piensan que, por mucho mal que ellos puedan infligir ahora a quien sea, nunca será comparable al que sufrieron ellos. En su conciencia patológica de pueblo escogido, creen que el horror que padecieron les exime de culpa alguna por los siglos de los siglos. No conceden a nadie el derecho a juzgarlos, porque ellos fueron torturados, gaseados e incinerados. Además, y a la vez, quieren que todos nos sintamos corresponsables del Holocausto y que expiemos nuestra supuesta culpa aceptando sin rechistar cuando hagan o dejen de hacer. Se han convertido en rentistas del Holocausto, pero lo cierto es que ni nosotros tenemos culpa alguna en aquella barbarie ni ellos pueden hablar en nombre de las víctimas que aquello generó. Es más: me pregunto, y es una pregunta retórica, porque tengo algunas respuestas concretas, qué pensarían los que murieron en Auschwitz y en otros campos de concentración nazi, y las víctimas de los pogromos y de otras persecuciones históricas sufridas por el pueblo judío, si levantaran la cabeza y vieran lo que Israel está haciendo en su nombre. Estoy seguro de que muchos se cubrirían el rosto avergonzados”.

En la entrevista hay otros momentos interesantes, sin embargo los que he facilitado son los que he creído conveniente destacar. Las conclusiones son muy claras; Israel tiene hacia el pueblo palestino una política si no exactamente igual si en muchos aspectos parecida a la que tuvo el Tercer Reich contra el pueblo judío; escondernos en la neutralidad no nos hace otra cosa que cómplices de una limpieza étnica que amenaza con borrar del mapa a un pueblo entero. Desde que José Saramago participó en la entrevista han pasado ya catorce años, sin embargo la situación en la actualidad no es sino mucho peor. Lo que antes solo eran alambradas ahora son muros enormes que conforman una gran cárcel a cielo abierto. La expulsión de palestinos de sus casas continua rampante, los asentamientos ilegales en tierra palestina de judíos venidos de los confines del planeta continúa siendo una norma, las propias Naciones Unidas declaraban en el 2015 que la situación en la Franja de Gaza es insostenible a pocos años vista debido al bloqueo establecido por Israel; pero es que el listado de violaciones de los derechos humanos por parte de Israel es interminable, detenciones ilegales, acciones militares contra población civil, ejecuciones extrajudiciales...

La comunidad internacional no puede quedarse al margen de tan brutal violación de los derechos humanos. Es preciso enfrentarse a una situación que es intolerable. No se puede hacer la vista gorda a diplomáticos que se declaran abiertamente a favor de la limpieza étnica, comprar productos fabricados en una tierra tomada por la fuerza, invertir en la construcción de más muros de la vergüenza o mirar hacia otro lado cada vez que Israel le siega la vida a una persona por el mero hecho de ser palestina.

Rf.

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