El día 15 de
mayo es el 68 aniversario de la Nakba. El día en el que Israel se
constituyó como estado iniciando un proceso de limpieza étnica
sobre Palestina. Ochocientas mil personas fueron expulsadas de sus
hogares, en muchos casos para ser sustituidas por personas venidas de
otras zonas del planeta, mientras que aquellos que no fueron
expulsados quedaron sometidos a la autoridad de un Estado confesional
y hostil a la población árabe.
Para entender la
constitución del Estado de Israel tenemos que remontarnos a la
Europa imperialista de finales del siglo XIX. En estos años Europa
había logrado un impresionante desarrollo técnico y político.
Gracias, por un lado, a la revolución industrial, y debido, por otro
lado, al desarrollo de las sociedades modernas capitalistas, la
capacidad económica, política y militar de Europa a finales del
siglo XIX era prácticamente incontestable. En este momento, Europa
se volcó en un proceso de colonización brutal sustentado sobre dos
mitos: la supuesta supremacía blanca y la supuesta pretensión
civilizadora sobre los territorios colonizados. Detrás de estos dos
mitos se encontraba la insaciable ambición de la clase capitalista
europea y su pretensión de controlar y explotar las riquezas de los
territorios conquistados. Es al hilo de estos mitos que a finales del
siglo XIX aparecerá el sionismo.
Pero, ¿Qué es el
sionismo? El sionismo defiende el establecimiento de un Estado judío
en Palestina. Esta idea se sustenta sobre los mitos de la supremacía
occidental, un supuesto carácter civilizador y el supuesto derecho
religioso de origen bíblico de la población judía sobre palestina.
Estos principios, que tanto recuerdan al colonialismo europeo de
finales del siglo XIX y principios del XX, son la base ideológica
sobre la que se sustenta el Estado de Israel. Profundizando en el
carácter colonial de la empresa israelí, a muy pocos se nos escapa
el valor geoestratégico de oriente próximo y el papel de Israel
cómo principal valedor de los intereses imperialistas de Estados
Unidos en la zona. No olvidemos que Estados Unidos dona anualmente
unos 3.000 millones de dolares a Israel.
Cómo ya hemos señalado
el Estado de Israel inicia su andadura protagonizando una sangrienta
limpieza étnica sobre territorio Palestino. Al mismo tiempo,
estableció un estado de apartheid que en la actualidad se traduce en
la suspensión de los derechos de ciudadanía más elementales.
Israel impone a la población palestina graves restricciones en la
movilidad, detenciones ilegales, ejecuciones extrajudiciales (desde
el mes de octubre el ejército de Israel ha segado la vida a más de
200 personas), expropiaciones de tierras y hogares, restricciones en
los suministros de agua, luz y gas, duras limitaciones a las
actividades económicas... sin hablar de las acciones militares sobre
la Franja de Gaza, operaciones que en los años 2009, 2012 y 2014
supusieron la muerte de miles de civiles.
Esta situación plantea
un problema humanitario de primer orden. Las propias Naciones Unidas
han señalado que la situación en la Franja de Gaza es insostenible
a cinco años vista. La vida bajo la ocupación militar israelí en
palestina es un infierno. Muchos de los refugiados que en la
actualidad aventuran su vida en el mar Mediterráneo han iniciado su
vida como refugiados con motivo de la limpieza étnica que de facto
práctica Israel en Palestina. Esta es una situación intolerable que
requiere de una intervención inmediata de la comunidad
internacional. Israel no puede mantener suspendidos los derechos
fundamentales de los seres humanos de modo indefinido.
Ante la opresión
israelí, en el año 2005 numerosas organizaciones de la sociedad
civil palestina hicieron un llamamiento al boicot internacional al
Estado de Israel. El objetivo no es otro que hacerle respetar los
derechos inalienables del pueblo palestino. Esta campaña ha sido
respaldada por reconocidas personalidades de la política, la cultura
y la religión, cómo el arzobispo sudafricano y Premio Nobel de la
Paz Desmon Tutu, el famoso científico Stephen Hawking o el
superviviente del campo nazi Buchenwald y participante en la
redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
Stéphane Hessel. Ante la falta de sensibilidad del Estado de Israel
y ante su reiterado incumplimiento de las resoluciones emitidas por
las Naciones Unidas, es preciso que se implementen medidas de presión
que pongan fin al ignominioso estado de apartheid que ha establecido
Israel contra el pueblo Palestino.
Rafael Cordón Pino
Miembro del Colectivo de
Solidarida con Palestina – Al'Madafa (Zamora)
Licenciado en Ciencias
Políticas y Sociología en la Universidad Nacional de Educación a
Distancia.
http://www.laopiniondezamora.es/opinion/2016/05/12/basta-complicidad-israel/924765.html
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